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El restaurante La Maruca de la Castellana, especializado en cocina cántabra, se emplaza en un local con distribución abierta en el Paseo de la Castellana de Madrid. Su diseño ha ido a cargo del estudio de arquitectura Zooco, al igual que con el otro local que tienen los propietarios en la calle Velázquez de la misma ciudad, para resolverlo con un estilo minimalista, casi atemporal.

El local está compuesto por dos amplios salones, una gran terraza climatizada y una zorra de barra en la entrada

El restaurante de 430 metros cuadrados consta de dos amplios salonesa gran terraza climatizada y una zona de barra en la entrada, que recibe al comensal con una vista de todo el restaurante. Los dos recursos constructivos elegidos por el equipo de arquitectos para darle personalidad al local son una banda cerámica de color blanco perimetral de altura variable según las necesidades, y la repetición del cuadrado como forma geométrica. Si el primero sirve para proteger paredes y muros de las barras de roces y golpes, los cuadrados se construyen con listones de madera para crear, por ejemplo, estanterías o una cuadrícula de fotos en blanco y negro de la bahía de Santander en una de las paredes del restaurante.

Uno de los retos que tenían los arquitectos era poder crear ambientes diferenciados y acogedores sin perder la visual en profundidad a lo largo del local. Se optaron por diferentes recursos. Si en algunas zonas encontramos una barandilla a media altura, o las retículas de madera, en otras zonas se optó por construir unos separadores compuestos de mallas metálicas que a veces van de techo a suelo, y otras se colocan sobre muros a media altura. Esta última propuesta decorativa es la que se aplica para diferenciar los grandes salones de espacios como la barra, pequeñas salas y reservados que quieren ser más acogedores, pero sin estar obligatoriamente cerrados.

Para diseñar a medida estos divisores metálicos, se emplearon las mallas metálicas Mies R de Codina Architectural y se pintaron en color grafito. El modelo Mies R, al tener una espira de pequeño tamaño, se convierte en una solución óptima como separador de ambientes que deja ver lo que hay al otro lado, a la vez que añade textura a la decoración interior. El color elegido, en línea con otros elementos del mismo tono presentes en el local, contrasta con la calidez de la madera empleada para resolver otros elementos decorativos.

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